GENERACIÓN
DEL 98: AUTORES
Antonio
Machado (1875-1939)
La
poesía de Antonio Machado gira en torno a unos temas principales:
- El tiempo,
una gran preocupación para el autor. Crea distintos símbolos como la fuente, el
reloj, el agua, el camino… A esto se une su mundo
interior que está hecho de
recuerdos, añoranzas, ensueños (mundos imaginarios creados por el deseo y la
soledad).
- El paisaje es Castilla y es Andalucía, porque
vivió en ambos lugares; son las gentes castellanas, su historia pasada y su
vida presente. También es la realidad nacional vista con sentido crítico.
- El amor de su mujer hace que salga por algún
tiempo de su soledad y ensimismamiento. Pero vuelve a ellos cuando Leonor
muere.
- Dios,
desde una doble perspectiva: por un lado, sufre una crisis de fe cuando muere
Leonor; por otro, medita constantemente sobre la existencia de Dios. Así
confesará estar “siempre buscando a Dios entre la niebla”.
Entre
sus obras en verso y con características modernistas escribió Soledades, galerías y otros
poemas, perteneciente al modernismo simbolista. Trata aquí los temas
del paso del tiempo, la melancolía, Dios y, sobre todo, la muerte, una
constante en su obra.
Con
marcada influencia del 98 elaboró Campos
de Castilla, donde encontramos descripciones subjetivas de paisajes y
una actitud crítica (atraso, pobreza, denuncia de los problemas del país…).
También dedica algunos poemas muy hermosos a Leonor, en las que a través del
paisaje muestra su estado de ánimo.
También
escribió teatro: La Lola se
va a los puertos; y prosa: Juan
de Mairena y Abel Martín.
Miguel de
Unamuno (1864-1936)
Toda
su obra está llena de preocupación y problemática filosófica; pero sin perder
su valor literario. El autor siente una gran angustia ante la muerte y un deseo
de vida eterna que permita al hombre seguir existiendo. El problema religioso y
la búsqueda angustiada de Dios son un tema constante en su vida y en su obra.
Su
estilo no tiene un claro propósito artístico; es seco, robusto y no siempre
elegante, pero extraordinariamente exacto e incitante. Le interesa expresar su
mundo interior y convencer a los lectores, por ese orden. De ahí que su tono
sea apasionado y que sus razonamientos no estén ordenados, sino en un continuo
movimiento de vaivén. Su vehemencia hace que utilice cadenas de sinónimos como
si con una sola palabra no bastara para expresar todo su complejo y rico mundo
interior.
Su
producción literaria es muy extensa, utilizando todos los géneros literarios
(novelas, poesías, ensayos, cuentos y dramas). Llamó a sus novelas “nivolas”
porque la crítica negó que sus obras tuvieran carácter novelesco. Podemos
hablar de tres momentos en su obra:
1ª
etapa. Padece una
crisis religiosa con la que perdió la fe e inició sus conflictos religiosos y
existenciales: Paz en la guerra.
2ª
etapa. Época de obsesión
por el tema religioso. Los temas principales son la angustia, la lucha entre la
razón y la fe y la preocupación por la inmortalidad.
3ª
etapa. Aquí se
incluyen sus mejores novelas: Niebla, La tía Tula y San
Manuel Bueno, mártir (1933).
José
Martínez Ruiz, “Azorín” (1873-1967).
Sintió
profundamente los problemas de España y centró su atención en Castilla: sus
pueblos, sus hombres, su paisaje y su pasado histórico y literario.
Su
estilo es muy personal, llamando poderosamente la atención su arte descriptivo.
Es capaz de percibir los más mínimos e insólitos detalles de la realidad. Se
vale de una técnica impresionista muy cercana a la utilizada por la pintura o
por el cine, que consiste en seleccionar unos cuantos detalles significativos
de lo que quiere describir para darnos, a través de ellos, la esencia íntima de
la realidad descrita.
Su prosa, de
estilo inconfundible, se caracteriza por una elegante, primorosa y elaborada
sencillez. La sintaxis es simple: frases cortas, normalmente coordinadas o
yuxtapuestas. El léxico, por el contrario, tiene gran riqueza y precisión.
Destaca
su producción novelística, en concreto sus tres novelas autobiográficas: La voluntad, Antonio Azorín y Las
confesiones de un pequeño filósofo.
Pío Baroja (1872-1956)
Baroja
fue un hombre solitario, independiente y profundamente sincero. Su visión de la
realidad española es amarga y pesimista, lo cual se refleja en sus obras, pero
también se plasma su espíritu sensible lleno de humor y, a veces, de ternura.
Critica claramente los vicios que aquejan a los españoles con una marcada
intención reformista.
Todas
las obras de Baroja pertenecen al género narrativo: novelas, cuentos y
narraciones cortas. Su estilo es vigoroso, dinámico y expresivo. Sus personajes
suelen ser rebeldes, arrojados e intrépidos en contraste con su falta total de
fe en el mundo y en la acción.
Escribió
sesenta y seis novelas además de otras narraciones. Entre ellas destacan: La busca, Mala hierba, Aurora
roja, La casa de Aizgorri, El mayorazgo de Labraz, Zalacaín el aventurero,
Camino de perfección.
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